Y otra noche más que los niños en Gaza no pueden dormir.
Otra noche más de mujeres llorando desesperadas mientras
abrazan el cadáver de su hijo de tres años.
Otra noche más de hombres angustiados que no saben si
amanecerá mañana. Otra noche de ruidos, silbidos, explosiones y lamentos. Otra
noche más en la franja de Gaza.
Te dirán: Hamas lanza misiles, pero el “kill rate” de sus
misiles es de un 0,217% frente al 100% de la efectividad de los misiles
israelíes. Te dirán: Hamas se esconde entre civiles, pero Gaza es tan grande
como la isla de la Gomera y tiene 1,6 millones de habitantes. Esta noche han
bombardeado 250 objetivos. ¿Dónde se pueden esconder?
Mientras tanto, el Nobel de la Paz Barack Obama, apoyando a
Netanyahu y reiterando que Israel (su socio predilecto comercial y fiel sirviente
en la geopolítica estratégica) tiene “derecho a defenderse”. Uno se pregunta,
¿a defenderse de qué? De piedras, de misiles que explotan antes de ser
lanzados. Es curioso que los que tengan el derecho a defenderse sólo sean los
que tienen más armas.
Ayer fue Auschwitz. Hoy es Gaza. El imperialismo de la UE, EEUU, Israel es el imperialismo nazi en el siglo XXI. Apartheid, genocidio y un gobierno criminal, apoyado por las
grandes oligarquías financieras. Una invasión, sólo que en vez de contra Rusia, contra Palestina. Pero el pueblo palestino sabe que tiene la legitimidad, y,
aunque no tenga las armas, tiene la razón histórica. La Historia absolverá al
pueblo palestino, y los medios de comunicación occidentales poco podrán hacer
por salvar al imperio genocida. Da igual que callen como perros cuando Israel bombardea
un hotel lleno de periodistas internacionales, da igual que se comporten como
en el caso Couso. La Historia siempre acaba dando la razón. El saltamontes siempre acaba derribando al elefante, no importa cuánto tiempo pase.
De nada sirve que la ONU intente frenar el genocidio, ni que
afirme sin sonrojarse que desea llevar la paz a Oriente Medio, si asesinan por envenenamiento a los
líderes políticos palestinos como Arafat. El derecho a veto de EEUU siempre
será la última palabra. Y es lo que querría Israel para Palestina: un derecho a
veto, un derecho para la eliminación. Pero lo que ocurre, es que el pueblo
palestino no marcha asustado hacia la cámara de gas. El pueblo palestino enseña
los dientes, y defiende sus tierras con lo que tiene a mano.
Porque nada sirve una paz sin justicia, no sirve ser
expulsado de sus tierras. Porque no es una guerra de religiones como se afirma,
el judaísmo contra el islamismo. Aunque lo pinten así, el sionismo es
fundamentalmente racista y contrario a los valores humanistas judaicos. Como
dijo Shahak, judío superviviente del genocidio nazi: “los nazis me atemorizaron
de ser judío, los sionistas me hicieron avergonzar de ser judío”.
Y esta noche, volverá a ser en velo. Y no todos los que se
acuesten hoy despertarán mañana. Y el niño está envuelto en terror. Crece con
cadáveres, dolor y sangre. Y empieza a brotar un sentimiento en él que se ha
vuelto más poderoso que el horror: la rabia. Quizás, no sepa que una piedra
puede derribar un gigante, como hizo David con Goliat, pero lo sabrá muy
pronto. Lo sabrá cuando rompa las páginas de su libro de la escuela para esconder dentro el cargador de un kalashnikof. Lo sabrá cuando su mirada de miedo se transforme en pura mirada de odio al cruzar un puesto de vigilancia del ejército israelí. Los gritos y lamentos en la Franja de Gaza llenan la noche cuando el
cielo se ilumina de naranja por las bombas. Pero, cada vez más, esos lamentos desgarrados se están convirtiendo en el eterno rechinar de unos dientes. En Palestina no hay lugar para el síndrome de
Estocolmo.
Sólo ayer, 155 personas asesinadas, y más de 570 heridas en
la agresión criminal al gueto de Gaza. Palestina va, Palestina vencerá.
Intifada. Liberación. Hasta la victoria.
Siempre.
Siempre.