jueves, 29 de enero de 2015

Matar al maquinista.

Tiritar un poco es el precio que tienes que pagar por tomarte un café en enero y querer fumar al mismo tiempo. Una calle de bastante tránsito, un flujo de transeúntes en el que, como afirmaba Baudelaire, el amor es sólo transitorio y efímero, basado en un cruce de miradas. Dos chicas ocupan una de las mesas exteriores de la cafetería. Sus tazas de café ya están vacías, pero eso no impide que su conversación siga.

-          Pero Benjamin también escribió que todo documento histórico era también un documento de barbarie. No lo puedes negar, tía: el progreso histórico es sólo una cadena de ruinas y de muertos.
-          ¡Claro que sí! – Contesta dando un golpe en la mesa  Pero no todo progreso es igual.
-          Pero Aura, esa cadena de ruinas es constante y homogénea. La historia es un tren y las vías están repletas de gente a la que pasa por encima. Sus cadáveres se amontonan, todo está lleno de sangre y...- Una de las chicas comienza a hacer gestos raros con las manos, mientras da su explicación.
-          Estoy de acuerdo en que la historia es un tren en marcha. Pero hay vagones de distinta clase. Los burgueses viajan cómodos, las obreras no. Unos eligen el destino del tren, otras no.
-          Totalmente de acuerdo.
-          Además, no puedes comparar el progreso homogéneo del capitalismo con el progreso dialéctico del socialismo...
-          ¿Cómo que no? ¡Son los mismos muertos que se amontonan! Siempre, a lo largo de toda la Historia.
-          No son los mismos muertos, ni siquiera son los mismos trenes.
-          Aura, no te rayes. La historia de la Humanidad es una. Uno es el tren, y uno es el progreso que amontona muertos. No es justo hablar de varios trenes: Stalin, Fidel Castro y Mao también viajaban en ese tren. Y debes aceptarlo.
Aura sube los pies a su silla y esconde la barbilla entre sus rodillas. Con el dedo da vueltas a su taza, manchada por dentro de café y por fuera de pintalabios. Al cabo de un rato, comienza a hablar.
-          Fidel, Mao y Stalin sí viajaban en ese tren.
-          Eso mismo he dicho yo.
-          La única diferencia – continúa tras lanzar una mirada de “no he terminado” – es que no eran pasajeros normales. Ellos se asomaron por la ventana y vieron los cadáveres en la vía. Vieron las vías del pasado con horror, como el Angelus Novus. Se ataron explosivos al cuerpo y amenazaron con detonar el tren de la Historia.
-          ¿Y no hicieron volar ese continuo por los aires?
-          Asaltaron el vagón de primera clase, mataron al maquinista y tiraron del freno de emergencia. No podían recomponer los pedazos del pasado, pero sí redimir a todos esos cadáveres. La única diferencia entre tú y yo es que yo sí justifico matar al maquinista.

En ese momento, un camarero deja un papel con unas cifras encima de la mesa, y hace volver a las dos chicas a la terraza.