jueves, 29 de mayo de 2014

Fragmento V.

1921. Birmingham. Anoche perdimos casi todo el cargamento de armas. Los bastardos policías nos estaban esperando cuando llegamos al punto de recogida. Cada vez estoy más seguro de la presencia de algún topo infiltrado. Fue una jodida carnicería. Mataron a Thomas e hirieron a tres camaradas más. Pero esta noche parece más tranquila. Comienzo a liarme lentamente un cigarrillo. No recuerdo el número de veces que he apretado el gatillo del revólver que llevo dentro de mi abrigo, pero no me importa. Irlanda volverá a ser libre, no importa cuanto esfuerzo nos cueste. Mañana volveremos a Belfast. Desde este balcón de la pensión, la oscuridad acompaña al silencio en las calles. Noto que empiezo a apretar los puños con fuerza al pensar en Thomas. Ni siquiera pudimos recoger el cadáver de un camarada caído. Ni siquiera pudimos honrarlo y saludarlo puño en alto. Pero mañana Irlanda volverá a ser libre. Y su muerte habrá valido la pena. Los soldados ingleses volverán a sus jodidas casas. Si hemos luchado durante ochocientos años, ¿qué coño les hace pensar que no seguiremos luchando otros ochocientos años? Irlanda será libre. La tranquilidad de la noche me hace recordar los orígenes, las bombas de petróleo y los ladrillos. Dejé de ser un niño cuando rocié de gasolina a aquel policía inglés con nueve años. Varios golpes en la puerta de la habitación me sacan de mis pensamientos y me devuelven al mundo:

-          ¡Abra, policía! ¡Está rodeado!

Los golpes se hacen cada vez más fuertes, intentan echar la puerta abajo. No hago ningún gesto, sigo mirando en el balcón de espaldas a la puerta. Debí haberme asegurado mejor de que nadie me hubiera reconocido al entrar en la pensión. Tengo dos opciones: salir con las manos en alto, o salir en el gatillo de mi pistola. Me han cogido, sé que no habrá juicio para mí. No importa, Irlanda volverá a ser libre. Oigo cómo la puerta cae al suelo con un ruido sordo. Lanzo mi colilla a la calle, y hago amago de sacar mi revólver de la chaqueta. Frío.