miércoles, 29 de abril de 2015

Yo, con Bane.

Yo con Bane, porque supo unir a los nadie, a los apestados subterráneos, indeseables y marginados, expulsados a patadas del terreno político de Gotham.
Yo con Bane, porque, sin medios, logra la conquista armada del poder (de hecho asalta y roba para lograr la tecnología necesaria, utilizando el método guerrillero).
Yo con Bane, porque hasta que estos indeseables no salieron de las alcantarillas, hasta que no emergieron a la superficie, no existían: eran invisibles ante los ojos del buen ciudadano de Gotham.
Yo con Bane, porque todo “marchaba bien” mientras la mitad de la población sobrevivía en las alcantarillas y los apestados se ocultaban bajo tierra de las grandes luces de la ciudad, aquellas luces que hacían brillar los ojos a los pobres de los que hablaba Baudelaire.
Yo con Bane, porque logró, con un disciplinado ejército de nadies y olvidados, tomar momentáneamente Gotham y traer “el verdadero estado de excepción” benjaminiano, porque logró irrumpir mesiánicamente en el continuum de la historia, de la rutina de la ciudad de Gotham.
Yo con Bane, porque la policía, ante el imparable avance de estos indeseables “sin nada que perder”, necesitó llamar a Batman, y así conservar sus manos limpias. Batman como esa fuerza paramilitar de “dudosa legalidad” que no duda en “hacer lo que hay que hacer” para salvar la ciudad, que se mancha las manos para que podamos decir orgullosamente que vivimos en Gotham: Batman como exponente del fascismo.
Yo con Bane, porque Batman sólo insiste en proteger al pueblo del propio poder popular, ataviado de un repugnante paternalismo (“¿ves lo que pasa? Ahora tengo que venir yo a salvaros...”).
Yo con Bane, porque representa al Subcomandante Marcos el 1 de enero de 1994 y el ejército indígena zapatista saliendo de las sombras de la selva para tomar San Cristóbal de las Casas, antes de ser brutalmente masacrados por las “fuerzas del orden” mexicanas.
Yo con Bane, por los tribunales maoístas, por Sartre, Robespierre y Badiou. Por hacer pagar a los responsables toda la miseria que han provocado. Yo con los linchamientos, los excesos populares y el terror revolucionario. Yo con la violencia divina de aquellos que no buscan ser reconocidos – y asimilados – por una estructura de dominación sino directamente romper en mil pedazos el tablero político de juego. Yo con Scarecrow y su arbitrariedad a la hora de fallar contra los enemigos del pueblo.
Yo con Bane, por ver la cara de terror del buen ciudadano burgués de Gotham cuando las calles se colapsan de malolientes lúmpenes de las alcantarillas, armados y dispuestos a tomar el cielo por asalto.
Yo con Bane, porque el buen ciudadano de Gotham legitimaría y aceptaría Auschwitz con la condición de vivir tranquilo y alejado del peligro y del conflicto.
Yo con Bane, porque estetiza el conflicto político y hace bonito el fuego y el caos.
Yo con Bane, porque pone el poder directamente en las manos del pueblo alzado en armas, en vez de “aplazar, con mil subterfugios, el momento en el que el pueblo te colgará”.
Yo con Bane, porque echa cuentas con el cuerpo policial, un cuerpo estructuralmente violento, independientemente de que existan buenos o malos policías.
Yo con Bane, porque el comisario Gordon es un buen hombre, y por eso y como dijo Brecht, será fusilado con buenas balas contra un buen muro, y enterrado en buena tierra con una buena pala.
Yo con Bane, porque la muerte de los padres de Batman no es simplemente mala suerte, sino una respuesta a la violencia estructural con la que Gotham funciona "con normalidad".
Yo con Bane, porque demuestra que Batman ya no está con Gotham, que sus habitantes están solos y no hay una última instancia superior que los someta y decida por ellos.
Yo con Bane, porque la fuerza de todos los oprimidos está en cada uno de los puñetazos que tumban a Batman frente al ayuntamiento en la escena bajo la nieve.
Yo con Bane, con la guillotina y los sans-culottes, sans papiers, con la racaille de la patrie, la mala pesadilla que quita el sueño y la mala hierba que crece en los desiertos.
Yo con Bane, por los suburbios que afean la ciudad y se gentrifican, por el genocidio silencioso de los miserables que allí sobreviven y proliferan como bacterias.
Yo con Bane, porque vive en el humo y en el fuego de las futuras revueltas que asolarán Gotham.

Y, sobretodo, porque Tom Hardy le da mil vueltas al flipado de Christian Bale.

lunes, 20 de abril de 2015

Tiraient sur les cadrans pour arrêter le jour.

Siempre demasiado pronto o demasiado tarde
Always out of joint, as Hamlet or the guy of Like a rolling stone
El tiempo del reloj que absorbe a Proust y Bergson
There is no present or past times. Just the New York Times
Tiempo fragmentado: lo que tarda Chaplin en apretar una tuerca
Always too soon. Always too late
El tiempo reconvertido en espacio. Mejor: el tiempo reconvertido en imagen de espacio
Just the Modern Times
Hartas de hacer equilibrio al caminar por los márgenes del tablero político
"Beware doll, you're bound to fall".

Despertar en un tatami, y ver a Vattimo enfrente
Punch him till bleeding: Weak thought against strong punches
"El espectáculo sólo expresa el deseo de dormir".

Gastar la munición disparando a los relojes del campanario
Coupure
El Acontecimiento que descoyunta todo telos en la historia
Eskhaton
El porvenir sólo puede ser ya de los fantasmas
Tikkun

Los espectros del 71. Los espectros del 17.


1871, París.

lunes, 13 de abril de 2015

Gracias, Eduardo Galeano.

Gracias a ti, aprendimos geografía: Norte, Sur, cuestión de perspectiva. Aprendimos horizontes, y que estos nos enseñan a caminar. Gracias a ti nos entraron ganas de salir al parque a jugar al fútbol. Aprendimos la otra historia: la historia de los pueblos saqueados y humillados por el imperialismo. Aprendimos que el miedo siempre funciona mediante reflejos (“el miedo del hombre a la mujer sin miedo”), y mediante espejos. Aprendimos artesanía, no arte. Aprendimos folklore, no cultura. Todo lo que sabemos sobre imperialismo puede ser rastreado en tus libros: los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Aprendimos que en la radio los paisajes son más lindos que en la televisión. Nos enseñaste a ser pulgas para soñar con comprarnos un perro, y nos enseñaste a ser perros para aplastar a los coches. Nos enseñaste a odiar la pobreza y no a los pobres, y a resistir – aunque no nos queden ya fuerzas – en un mundo chambón y jodido. Gracias a ti dejamos de pensar en la suerte, que no cae ni en lloviznitas, y comenzamos a buscar la justicia. Te leímos por la mañana en el metro con sueño, y por la noche en la cama con sueños. Nos enseñaste a recordar por nosotras mismas, en tiempos de amnesia obligatoria. Nos enseñaste la lucidez entre tanta incomprensión posmoderna, y el delirio entre tanto sentido común. Nos enseñaste a no separar leer y escribir, a no separar justicia y libertad. Nos enseñaste a construir mapas, y nos enseñaste que los mapamundis mienten: “La geografía tradicional roba el espacio, como la economía imperial roba la riqueza, la historia oficial roba la memoria y la cultura formal roba la palabra”. Nos enseñaste la imperfección para no aburrirnos como los dioses, y te enfadaste cuando para elogiar una flor dijimos “parece de plástico”.


Las nadie, las hijas de nadie, dueñas de nada, hoy están un poquito más mudas que ayer. Quizás muchas de ellas no sepan lo que han perdido y, como cuando murió él en Bolivia – dispara, cobarde –, no sean conscientes de su orfandad. No pueden leerte, aunque escribiste para ellas. Es nuestra misión explicar a todo el mundo lo que significa que ya sólo podamos escucharte en vídeos de Youtube, o que jamás podamos leer nada nuevo tuyo. Es nuestra misión escupir toda nuestra bilis a los Vargas Llosa del mundo, que empezarán a llamarte gigante escritor perdonando tu pecadillo de ser comunista y haber prestado tu voz a las oprimidas. Es nuestra misión continuar tu trabajo: seguir cepillando la historia a contrapelo, huir de los “grandes (n/h)ombres” de la historia hegeliana, y buscar el silencio de aquellas invisibles, que deambulan entre el sueño y la desesperación, y sobre – y casi siempre contra – las cuales la historia avanza. Aquellas invisibles que han encontrado refugio en la niebla al taparse el rostro: la niebla es el pasamontañas que usa la selva. Que la tierra te sea leve, Eduardo Galeano. No pude, ni jamás podré, decirte lo que supuso para mí leerte por primera vez, la sonrisa amarga de tus historias, tus intraducibles juegos de palabras, el asentir violentamente por dentro y fundir lápices subrayando con ganas. Pero eso no es razón suficiente para que el resto del mundo, este mundo patas arriba que hay que volver a poner sobre sus pies, no pueda saberlo.