lunes, 13 de abril de 2015

Gracias, Eduardo Galeano.

Gracias a ti, aprendimos geografía: Norte, Sur, cuestión de perspectiva. Aprendimos horizontes, y que estos nos enseñan a caminar. Gracias a ti nos entraron ganas de salir al parque a jugar al fútbol. Aprendimos la otra historia: la historia de los pueblos saqueados y humillados por el imperialismo. Aprendimos que el miedo siempre funciona mediante reflejos (“el miedo del hombre a la mujer sin miedo”), y mediante espejos. Aprendimos artesanía, no arte. Aprendimos folklore, no cultura. Todo lo que sabemos sobre imperialismo puede ser rastreado en tus libros: los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Aprendimos que en la radio los paisajes son más lindos que en la televisión. Nos enseñaste a ser pulgas para soñar con comprarnos un perro, y nos enseñaste a ser perros para aplastar a los coches. Nos enseñaste a odiar la pobreza y no a los pobres, y a resistir – aunque no nos queden ya fuerzas – en un mundo chambón y jodido. Gracias a ti dejamos de pensar en la suerte, que no cae ni en lloviznitas, y comenzamos a buscar la justicia. Te leímos por la mañana en el metro con sueño, y por la noche en la cama con sueños. Nos enseñaste a recordar por nosotras mismas, en tiempos de amnesia obligatoria. Nos enseñaste la lucidez entre tanta incomprensión posmoderna, y el delirio entre tanto sentido común. Nos enseñaste a no separar leer y escribir, a no separar justicia y libertad. Nos enseñaste a construir mapas, y nos enseñaste que los mapamundis mienten: “La geografía tradicional roba el espacio, como la economía imperial roba la riqueza, la historia oficial roba la memoria y la cultura formal roba la palabra”. Nos enseñaste la imperfección para no aburrirnos como los dioses, y te enfadaste cuando para elogiar una flor dijimos “parece de plástico”.


Las nadie, las hijas de nadie, dueñas de nada, hoy están un poquito más mudas que ayer. Quizás muchas de ellas no sepan lo que han perdido y, como cuando murió él en Bolivia – dispara, cobarde –, no sean conscientes de su orfandad. No pueden leerte, aunque escribiste para ellas. Es nuestra misión explicar a todo el mundo lo que significa que ya sólo podamos escucharte en vídeos de Youtube, o que jamás podamos leer nada nuevo tuyo. Es nuestra misión escupir toda nuestra bilis a los Vargas Llosa del mundo, que empezarán a llamarte gigante escritor perdonando tu pecadillo de ser comunista y haber prestado tu voz a las oprimidas. Es nuestra misión continuar tu trabajo: seguir cepillando la historia a contrapelo, huir de los “grandes (n/h)ombres” de la historia hegeliana, y buscar el silencio de aquellas invisibles, que deambulan entre el sueño y la desesperación, y sobre – y casi siempre contra – las cuales la historia avanza. Aquellas invisibles que han encontrado refugio en la niebla al taparse el rostro: la niebla es el pasamontañas que usa la selva. Que la tierra te sea leve, Eduardo Galeano. No pude, ni jamás podré, decirte lo que supuso para mí leerte por primera vez, la sonrisa amarga de tus historias, tus intraducibles juegos de palabras, el asentir violentamente por dentro y fundir lápices subrayando con ganas. Pero eso no es razón suficiente para que el resto del mundo, este mundo patas arriba que hay que volver a poner sobre sus pies, no pueda saberlo.

1 comentario:

  1. Aporto mi humilde contribución:

    No me resulta muy fácil centrarme y describir con palabras las que tu pusistes y expresastes por todxs los que teniamos un fuerte deseo de gritar pero no comunicabamos con un suficiente lenguaje lo que tu describes. Nos has mostrado el camino de dejar de ser invisibles y buscar la luz de nuestra liberación por medio de la consciencia de la lucha, contigo aprendimos a pensar en términos de humanidad, como especie y no mirando las cifras económicas. Antes de leerte podría decir que yo ni sabía que era (ni muchos) un ser humano y ahora me siento como tal. Pusiste el foco en esa humanidad invisible y maltratada que es quién cambia la historia "pequeñas personas en pequeños lugares hacen grandes cosas". Mérito por recordar la memoria a un continente (El latinoamericano) su identidad y origen, por mostrar las calamidades que aún se arrastran por culpa de la raíz que nos engulle en todo el mundo y nos masacra sin piedad.

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