jueves, 8 de agosto de 2013

A los voluntarios de las Brigadas Internacionales.

A los que saltaron las fronteras. A los que vieron cómo la sangre brotaba de los montes, cómo el mundo se desintegraba, y no miraron hacia otro lado como sus respectivos gobiernos. A los olvidados, a los enterrados en cunetas. A aquellos cuyos insuficientes monumentos aparecen por la mañana pintados y destruidos por anormales sin cerebro. A los que hicieron suya mi guerra, a los que tomaron un fusil y eligieron luchar. A los que combaten el fascismo esté donde esté. A los que atravesaron los Pirineos y a los que atravesaron el Atlántico. A los que cantaron “no pasarán” con acento italiano, francés, americano. A aquellos cuyos restos siguen esparcidos en estas tierras. A los que se dejaron la piel y a los que se dejaron la vida. A los que, con lágrimas en los ojos, volvieron a casa tras la derrota. A los que no volvieron. A los héroes y heroínas de las tres puntas rojas. Gracias por venir. Os debemos una.

Jamás esta tierra podrá agradecer todo lo que hicisteis por ella. Ni aún contando con infinitas generaciones de respeto tendréis la justicia que os merecéis. Ni siquiera una estatua en cada plaza de cada pueblo del Estado español es suficiente.

Os hablan los hijos y nietos de la derrota, los de los callos en las manos que os recibieron con las manos y las venas abiertas. Los que entregaban la munición a cualquiera que tuviera fuerza para levantar el fusil contra el fascismo. Porque no fue una guerra entre hermanos. Los hermanos fueron los que su conciencia antifascista e internacionalista les llevó a saltar las fronteras, los que escucharon los vientos del pueblo y tomaron la decisión de partir al frente, aún sabiendo que no todos volverían. Ellos, que sentían profundamente cada injusticia en su piel. Ellos que lucharon cuanto pudieron, que sabían que sus hijos no disfrutarían de un mundo mejor tras una guerra en un país extranjero, que no tenían ningún interés particular en el resultado. Pero que aún así, eligieron un mundo mejor. Eligieron convertirse en anónimos luchadores por un sueño. Porque la lejanía no es nada si canta una sangre sin fronteras.

Porque ya es hora de hablar de esos corazones inmensos que enarbolaban las banderas con la franja morada. Esos caídos entre páramos de asceta, colinas plateadas y álamos dorados, como el guerrillero de Capa. Aquellos que gritaron ¡Presente! ante el compromiso que exigía la humanidad. La historia no olvida a los que caen de pie. A los derrotados, a la revolución abortada. A la esperanza, a lo que podría haber sido. La historia no olvida a los que regaron la tierra con su sangre. A los fusilados contra el muro, a los de las cunetas.


Infinita gratitud. Brigadas Internacionales, sois ejemplo. Sois la historia, sois la leyenda. Estas tierras se agrandan y se iluminan con vuestro ejemplo. Gracias, pueblos del mundo, por luchar aquí. Gracias, parias de la tierra, por arriesgar vuestras vidas. Los descendientes de la derrota os debemos una.


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