A los que saltaron las fronteras. A los que vieron cómo la
sangre brotaba de los montes, cómo el mundo se desintegraba, y no miraron hacia
otro lado como sus respectivos gobiernos. A los olvidados, a los enterrados en
cunetas. A aquellos cuyos insuficientes monumentos aparecen por la mañana
pintados y destruidos por anormales sin cerebro. A los que hicieron suya mi
guerra, a los que tomaron un fusil y eligieron luchar. A los que combaten el
fascismo esté donde esté. A los que atravesaron los Pirineos y a los que
atravesaron el Atlántico. A los que cantaron “no pasarán” con acento italiano,
francés, americano. A aquellos cuyos restos siguen esparcidos en estas tierras.
A los que se dejaron la piel y a los que se dejaron la vida. A los que, con
lágrimas en los ojos, volvieron a casa tras la derrota. A los que no volvieron.
A los héroes y heroínas de las tres puntas rojas. Gracias por venir. Os debemos
una.
Jamás esta tierra podrá agradecer todo lo que hicisteis por
ella. Ni aún contando con infinitas generaciones de respeto tendréis la
justicia que os merecéis. Ni siquiera una estatua en cada plaza de cada pueblo
del Estado español es suficiente.
Os hablan los hijos y nietos de la derrota, los de los
callos en las manos que os recibieron con las manos y las venas abiertas. Los
que entregaban la munición a cualquiera que tuviera fuerza para levantar el
fusil contra el fascismo. Porque no fue una guerra entre hermanos. Los hermanos
fueron los que su conciencia antifascista e internacionalista les llevó a
saltar las fronteras, los que escucharon los vientos del pueblo y tomaron la
decisión de partir al frente, aún sabiendo que no todos volverían. Ellos, que
sentían profundamente cada injusticia en su piel. Ellos que lucharon cuanto
pudieron, que sabían que sus hijos no disfrutarían de un mundo mejor tras una
guerra en un país extranjero, que no tenían ningún interés particular en el
resultado. Pero que aún así, eligieron un mundo mejor. Eligieron convertirse en
anónimos luchadores por un sueño. Porque la lejanía no es nada si canta una
sangre sin fronteras.
Porque ya es hora de hablar de esos corazones inmensos que
enarbolaban las banderas con la franja morada. Esos caídos entre páramos de
asceta, colinas plateadas y álamos dorados, como el guerrillero de Capa.
Aquellos que gritaron ¡Presente! ante el compromiso que exigía la humanidad. La
historia no olvida a los que caen de pie. A los derrotados, a la revolución
abortada. A la esperanza, a lo que podría haber sido. La historia no olvida a
los que regaron la tierra con su sangre. A los fusilados contra el muro, a los
de las cunetas.
Infinita gratitud. Brigadas Internacionales, sois ejemplo. Sois la historia, sois la leyenda. Estas tierras se agrandan y se iluminan con vuestro
ejemplo. Gracias, pueblos del mundo, por luchar aquí. Gracias, parias de la
tierra, por arriesgar vuestras vidas. Los descendientes de la derrota os
debemos una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario