Sus manos están limpias. Sólo tuvo que apretar un botón. La
tecnología fue la culpable. No ver las caras de los niños que abarrotarían
aquel colegio pakistaní también ayudó. El dron es el asesino. Secreto militar.
El hombre cerró el control del avión no tripulado, y miró una foto de su
familia. Aquella tarde habría tortitas para merendar. Qué hambre.
Sus manos estaban blancas. La chica sudaba por el calor de
aquel horno. Lograba sacar varios dólares al día, lo suficiente para ir
tirando. Cuando llegó un cliente, metió con cuidado el pan en una bolsa de
papel. Se lo entregó con una sonrisa. Después, volvió al horno de aquella
pequeña panadería, y chocó sus manos. El ambiente se llenó de harina.
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