sábado, 21 de febrero de 2015

Althusser, Spinoza, Hegel y el estructuralismo.

Hegel entiende la historia cargada de sentido, en forma de árbol orgánico con referencia a un sujeto central. El estructuralismo, contra Hegel, intentará disolver el sentido histórico. Althusser entendería la historia como «proceso sin sujeto» y se aferrará al único filósofo moderno con fuerza suficiente como para enfrentarse a Hegel: Spinoza. Esto quiere decir que la historia no progresa ni avanza mediante superación de contradicciones. Frente a esto, Althusser la entiende como un proceso de avances y retrasos yuxtapuestos (no puede hablar de oposición). La inevitabilidad de los procesos históricos, y con ella la de la segura victoria del proletariado, vuela por los aires. Pero ¿no garantizar la victoria en el futuro al proletariado implica arrebatarle toda fuerza y motivación para luchar? No. Benjamin afirmaba que la fuerza de la lucha proletaria no está en el ideal de los nietos liberados, sino en redimir el recuerdo de los antepasados esclavizados. Si en el pasado otras, estando mucho más jodidas que tú, lucharon, no te queda otra.

El problema es cómo entendamos el concepto de «estructura». Si en ella observamos un carácter inmutable, estático y que permanece en el tiempo, es decir, si nos basta con su carácter sincrónico, justificamos y legitimamos una filosofía y una acción política reaccionaria. Aquí no estaríamos muy lejos del positivismo alemán, con Stahl a la cabeza, considerando a Hegel como un monstruo. Un estructuralismo sincrónico es la mejor legitimación del orden social existente: la acción contra las estructuras es inútil. Lo único que existe es un objeto absoluto imposible de derribar, un Otro con mayúscula que es invencible, que «siempre permanece».

Pero la forma sincrónica no es la única con la que podemos concebir el estructuralismo. Este también puede ser pensado diacrónicamente. Podemos apropiarnos de la noción de estructura sin caer en el tedio y la inactividad política. La forma de llevar esto a cabo es definiendo la estructura como «ausencia que produce efectos», tal y como Miller y Lacan en el psicoanálisis, y Ranciére y Balibar en política. Esta noción de estructura nos permite «volar por los aires» el sujeto central de la filosofía hegeliana y evitar el voluntarismo y el subjetivismo. El concepto de estructura tiene una gran operatividad, y puede ser utilizado dentro del marxismo dejando siempre clara su posibilidad de transformación: «todo lo que existe merece perecer» es una máxima innegociable. Por ejemplo, la teología de la liberación supo ver muy bien con su idea de «pecado estructural» la acción efectiva de las estructuras y que la no-oposición a estas es igual a complicidad, sin necesidad de justificar un sujeto fuerte y central que siempre subyazca.

La clave sería por tanto unir el estructuralismo diacrónico con la dialéctica hegeliana, evitando el objetivismo absoluto y evitando cargar la historia de sentido. Cómo se puede llevar esto a cabo (o simplemente pensar si Hegel y el estructuralismo pueden llegar a ser compatibles) es una cuestión inabarcable, más aún en este escrito.

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