martes, 20 de octubre de 2015

Conferencia de Losurdo "Antonio Gramsci. Del liberalismo al comunismo crítico".

Este texto es un resumen de la conferencia que dio ayer (19 de octubre) Domenico Losurdo en Madrid para presentar la edición en castellano de su libro Antonio Gramsci. Del liberalismo al comunismo crítico. La intervención de Losurdo fue íntegramente en italiano y no fue traducida, por lo que existen partes más oscuras que he tenido que reconstruir (probablemente inventarme) para darle coherencia al texto. Aún así, se agradece que hablara bastante despacio e intentando vocalizar siempre. Sin más, empezamos la exposición.

La obra de Losurdo se puede entender como el trabajo de insertar a Gramsci en su contexto histórico: Antonio Gramsci muere en una prisión fascista en 1937, después de haber vivido la crisis y la posterior Gran Guerra con odio contra el sistema capitalista que la ha generado, después de haber saludado la revolución socialista en Rusia con esperanza (y el auge de los movimientos obreros y comunistas en Europa, lo que Losurdo denomina la primavera mundial), después del triunfo del fascismo como respuesta reaccionaria de la burguesía contra estos movimientos obreros, después también de que Europa se convirtiera en el epicentro de un occidentalismo que legitimaba la opresión en las colonias (Losurdo pone como ejemplo el reclutamiento arbitrario de habitantes de las colonias para luchar en la IGM: el mismo Gandhi trabajó como reclutador para el imperio inglés). La clase obrera europea se cierra sobre su propio país y desarrolla un chauvinismo monádico. Frente a esta opresión occidental colonialista (bajo la categoría de “supremacía blanca”, muy en boga por ejemplo en los Estados Unidos: Losurdo recordará las cartas de Marx a Lincoln) Gramsci habla de nuestro internacionalismo: el planteamiento revolucionario no puede ser occidental, la revolución no es revolución si no libera a los países saqueados por el imperialismo, a las colonias: la revolución sólo es revolución si contiene la totalidad.

A partir de aquí, Losurdo entra con el tema del internacionalismo, quizás la cuestión más polémica: este afirma que, en Gramsci, es impensable despreciar la cuestión nacional, articulada esta en torno a la construcción de un Estado-nación. El nacionalismo no es una simple ideología, sino una pieza clave en la construcción de un nuevo orden social. De esta forma se expresa Gramsci cuando es condenado por el gobierno fascista italiano, un gobierno que se ampara en la recursividad de la patria: “vosotros, fascistas, condenáis a la nación italiana al desastre”. Losurdo afirmará que aquí Gramsci sigue a Lenin y afirma que la historia del siglo XX es sin duda la historia de las grandes revoluciones nacionales contra los colonizadores capitalistas (y pone como ejemplo la “gran guerra patriótica”, término con el que se conocía la IIGM en la Unión Soviética). Para Losurdo Lenin es el más grande estatista de Europa, el salvador del Estado y de la nación rusa: contra el proceso de fragmentación y balcanización de Rusia, Lenin logra salvar la unidad nacional en torno a la oposición a la guerra.

Después, Losurdo hablará del tema de la revolución, que no debe ser entendida como un resultado mecánico de una crisis (sea esta económica o política) sino como un proceso positivo y consciente de creación de nuevo poder, del orden nuevo. En esta construcción, Gramsci distinguirá entre “rebelde” y “revolucionario” y aquí radica todo su odio al anarquismo. Es un texto bastante duro y creo que cae en una caracterización demasiado simplista: para Gramsci, el anarquismo es únicamente la continuación y radicalización del liberalismo. Se trata de una “subversión reaccionaria”, como una forma de apoliticismo (Losurdo pone como ejemplo a Berlusconi hablando contra el Estado e invitando a la desobediencia). Es incapaz de construir un orden nuevo, ya que entiende la revolución como una revuelta de la sociedad civil contra el Estado. Pero este corte entre sociedad civil y Estado es insostenible: la propia sociedad civil, aunque se enfrente contra el Estado, se constituye ella misma como Estado; tiene forma y por tanto es de hecho un Estado. Este no es sino el instrumento que permite la progresiva expropiación de la población, que permite la esclavización en las colonias y que, en el fondo, permite la acumulación capitalista de la propia sociedad civil occidental: el punto de vista de la sociedad civil es siempre el punto de vista del liberalismo, y esta indisociabilidad entre Estado y sociedad civil es lo que Losurdo denomina la fenomenología del poder.

Frente al liberalismo, Losurdo pone “la verdadera concepción del marxismo” en Gramsci, entendiendo la revolución comunista no como una transformación históricamente inevitable sino como humanamente necesaria: la revolución de octubre fue, según Gramsci, una revolución “contra El capital”, es decir, una revolución contra la necesidad de entender el capitalismo como fase necesaria previa al socialismo. Además, como hemos afirmado, Gramsci también combate el mecanicismo en los ciclos de crisis del sistema capitalista: pensar que una revolución depende de una gran crisis significa no saber nada de las revoluciones (la crisis del 29 es ejemplo de esto). La clase dominante siempre va a ser reaccionaria por su pretensión de conservar el poder, y por ello hablar de forma optimista de inevitabilidad histórica puede llevarnos – y de hecho nos ha llevado – a grandes derrotas y decepciones históricas: el ejemplo más claro, afirma Losurdo, es el del fascismo como una fuerza política y social reactiva, que fue el carnicero de esta primavera mundial de la que antes hablábamos.

La clase dominante siempre intentará hacer pasar sus intereses de clase como intereses generales para lograr reproducir su dominio, y para ello se sirve, según Gramsci, de la ideología. El proletariado, al ser cooptado por el bloque de la clase dominante, se queda decapitado ideológicamente, es incapaz de producir los esquemas epistémicos que articulen un movimiento obrero revolucionario. Volvemos de nuevo a la experiencia de la IGM: estamos ante un proletariado que es directamente colonialista y reaccionario, y ante un partido socialista que abandona el propio proyecto socialista para retornar junto a sus respectivos gobiernos burgueses a apoyarlos en la guerra imperialista (siempre hay pequeñas excepciones, por ejemplo, la Liga Espartaquista de Luxemburg y Liebknecht llamando a la huelga y al internacionalismo). El problema es cómo evitar este apoyo que la inmensa parte del proletariado europeo le presta a su burguesía nacional, y para ello, Losurdo se remonta a la época de Marx.

Estamos en el contexto histórico de la represión de la revolución obrera en París (1848-1871). Marx habla aquí de “decadencia ideológica de la burguesía”: la burguesía, por mucho que lo intente, es incapaz de imponerse ideológicamente a un movimiento obrero que avanza sin descanso y construye nuevo poder. Aquí es cuando la burguesía comienza a articular una estrategia basada, según Losurdo, en dos aspectos fundamentales: el expansionismo colonial que logra desactivar el conflicto social en Europa (uniendo a proletariado y burguesía en torno a un proyecto colonialista común) y una astuta utilización del sufragismo como “revolución pasiva”, es decir, conceder el derecho a voto no por miedo a perder el poder sino como vía para conservarlo mediante otras formas.

Losurdo hablará después de la tesis de la extinción del Estado en la sociedad postcapitalista, dando únicamente un par de pinceladas: no se trata de transformar “el poder en amor” (como mantiene Bloch en El espíritu de la utopía, donde esta utopía se acaba disolviendo en la forma del mercado) sino de oponerse a esta fenomenología liberal del poder de la que hemos hablado antes, afirmando que el Estado no puede disolverse en la sociedad civil (cambiará su forma o se desinstitucionalizará, pero seguirá siendo un Estado). Se trata de construir una nueva sociedad que constituya la emancipación más radical y efectiva de toda la humanidad (no sólo del mundo occidental).

En el turno de preguntas, hay algunas muy precisas y pertinentes (otras que, como en todas las conferencias, sólo sirven para que el preguntador disfrute durante minutos de su propia voz) por lo que rescato unas cuantas. A una pregunta sobre la opinión de Gramsci sobre la violencia (para que hable un poco de su libro Cultura de la no violencia y lo relacione con Gramsci), Losurdo primero aclara que no se trata de saber lo que piensa Gramsci sobre todo (“nuestro trabajo no es hacer una ouija”). Después, comienza su explicación afirmando que la revolución de octubre sin duda se levanta contra la violencia de la IGM. La pregunta “violencia sí” o “violencia no” es errónea en su planteamiento. Losurdo pone un ejemplo clarísimo, el de la reacción a la IGM en la propia Italia: el partido reformista italiano apoya incondicionalmente la IGM y cierra filas en torno a su gobierno. Gramsci, en cambio, se opone a la guerra. ¿Quién es el violento? ¿Turatti o Gramsci? Otro ejemplo: el “gobierno burgués de la ley” preocupándose de los crecientes linchamientos en las colonias. ¿Quién es más violento? ¿Los que sostienen un sistema de opresión o las que cometen excesos al tratar de sacudírselo? La cuestión no es “violencia sí” o “violencia no”, sino que esta sigue siendo, como escribió Luxemburg: “reforma” o “revolución”. Ambas son violentas, ambas pueden ser más violenta que la otra: no existe la vía pacífica y la vía violenta. Hablar de violencia en este sentido no explica absolutamente nada.

Por ello, Losurdo continúa con su ejemplo de contraponer al Turatti reformista y al Gramsci revolucionario, esta vez atendiendo a dos aspectos fundamentales: la cuestión meridional y la revolución de octubre.

Por un lado, Turati mostrará un rancio racismo al calificar el pueblo del sur de Italia de “decrépito e incapaz de renovarse”. Sobre la revolución de octubre es incluso más gráfico: los bolcheviques eran, para Turati, una “horda barbárica que ha entrado arrasando por las puertas del parlamento”.

Gramsci, en cambio, demuestra una clara simpatía con la revolución leninista. Defiende el nuevo poder soviético y su gran consenso social entre las masas, y considera la Asamblea constituyente como un “canto de cisne”, un régimen opresivo levantado contra un nuevo orden que aún tarda en afirmarse, cuyo objetivo es la paralización del movimiento obrero. Sobre la cuestión meridional basta conocer la procedencia de Gramsci para saber a quién apoyó.

En una pregunta sobre la anterioridad de la sociedad civil sobre el Estado y la construcción del nuevo poder, Losurdo hace una analogía entre este nuevo poder con la producción de un nuevo edificio (mediante la confrontación de Erasmo con Lutero, Losurdo afirma la necesidad de una especie de Renacimiento y de la Reforma protestante en la construcción de un régimen nuevo de sentido).


La última pregunta que merece la pena rescatar es qué opinión tiene Losurdo sobre Podemos y Syriza. Losurdo, con una media sonrisa, empieza afirmando que él habla sólo desde el reconocimiento de su terreno nacional, y que España e Italia no están “tan lejos”. Para contestar, Losurdo vuelve a remitir a Gramsci, en especial, cuando este se refiere a la lectura que Benedetto Croce hace de Marx. Croce dice algo así como “Marx ha descubierto que la economía es fundamental. Pero cuando habla de comunismo, es sólo un profeta”. De esta forma, Croce niega a Marx la parte positiva de su pensamiento, convirtiéndolo en poco más que en un autor subalterno. Intenta neutralizar a Marx, separarlo del comunismo, para ahogar su potencial revolucionario. Convierte al Marx revolucionario en el “Marx economista”. Losurdo hace, para responder a la pregunta, un apunte crucial trasladando este problema a Gramsci: Gramsci, cuando escribe, no interpela en sus textos a Marx, sino a Lenin. Es profundamente marxista, sí. Pero también es profundamente leninista. La analogía que Losurdo hace aquí es bestial: este afirma que el Cristianismo debería ser llamado cristianismo-paulismo. Quien construye la doctrina del Cristianismo es Pablo, no Jesucristo. Sin ánimo de comparar a Marx con Jesucristo, quien construye la teoría marxista para su desarrollo en el mundo (con la famosa idea althusseriana de coyuntura) es Lenin, no Marx (Marx analiza el modo de producción capitalista pero no establece algo así como una “teoría de la revolución”, Lenin empieza de cero en este terreno). Y al fin, Losurdo contesta sobre Podemos y Syriza: desactivar a Gramsci, utilizarle contra el movimiento comunista, es cagarse en todo lo que representa Gramsci.


Madrid, 19 de octubre de 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario