jueves, 22 de octubre de 2015

Sobre el espontaneísmo y la revolución.

Cada vez me cansa más ir a manifestaciones, dar un paseo, pegar unos cuantos gritos y volver a casa creyendo que el mundo está mejor que hace un par de horas. No me malinterpretéis, nunca me cansaré de salir a la calle, lo que me cansa es esa sensación de haber “hecho” algo, la conciencia tranquila de “al menos estoy aquí, en la calle”. Yo no quiero tener que mirar en el futuro a mi hijx y encogerme de hombros cuando me pregunte por qué todo apesta. “A mí no me mires, yo al menos salía a veces a manifestarme”.

Hablo a toda la gente de mi generación: ¿realmente alguna de vosotras espera vivir hasta los setenta años, realmente creéis que tendréis una vida tranquila? Es una costumbre histórica de todo presente intentar proyectarse en un futuro homogeneizado (igual exactamente al presente), negando los acontecimientos y pretendiendo mantenerse en un “no pasa nada ya”. Si alguien os dice que esta detención del tiempo es únicamente propia de nuestra “época posmoderna”, no es así. Siempre ha ocurrido. Pero la verdad es que leyendo historia sabemos que vendrán los “tiempos interesantes” de los que hablaba Zizek (expresión, por cierto, utilizada como maldición), que nuestra generación no va a pasar de puntillas por el mundo: habrá otra guerra, habrán oportunidades revolucionarias, contrarrevoluciones, represión. Nada es eterno, nada dura para siempre.

Y nos tocará tomar partido. Si no lo hacemos, elegirán por nosotras. Por ello, querría escribir un par de apuntes sobre la relación entre el espontaneísmo con la teoría revolucionaria. Voy a entender aquí por espontaneísmo algo así como lo que Foucault entiende como “percepción de lo intolerable”, es decir, un acto de puro rebote contra un sistema opresor, un levantamiento directo ante una injusticia, una explosión de rabia incontrolada “contra la totalidad” como decía Debord. Una revuelta, ni sólida ni líquida sino directamente gaseosa: como el humo, no se puede atrapar ni inscribir dentro de una lógica de dominación; la misma revuelta destruye la lógica de la dominación. Tenemos muchos ejemplos de estos procesos: Londres, Watts, Ferguson. Focos de la revuelta, “verdaderos estados de excepción” donde, como decía Benjamin, abolen la “regla” de la dominación (creo que soy incapaz de escribir nada sin citar a Benjamin).

Pero vamos con un ejemplo más “próximo”: Las marchas de la dignidad (de Madrid) y la comparación entre las de 2013 y las de 2014. En ambas el ambiente fue tranquilo hasta minutos antes de las 21:00, hora a la que empiezan los informativos. En ambas, la policía comenzó a cargar en ese momento. Y aquí comienzan las divergencias:

2013 fue un “sálvese quien pueda”, fue un puñado de gente corriendo de un lado a otro de Madrid, sin saber muy bien qué hacer, buscando refugio de las ostias de la policía y sin tener claro, siquiera, en qué calle estaban o no estaban cargando. Algunas decidieron responder a la violencia de la policía, pero se trató de casos muy aislados y de pura rabia e impotencia. Aquella noche la policía despejó Madrid sin problemas.

En 2014 hubo un salto cualitativo. Tal y como afirmaron los mass media (por cierto, igualando organización y terrorismo, algo que no es casualidad) varios grupos organizados se desplazaron a Madrid con un objetivo claro: saber cómo responder a la violencia policial. Habían estudiado, habían entrenado, sabían cómo moverse. Cuando la policía empezó a cargar, muchas corrimos de nuevo sin saber qué hacer, sí. Pero otras muchas mantuvieron la calma. Quien, con un mapa de Madrid en la mano, empezó a decir: “si cortamos esta calle y golpeamos aquí, el centro es nuestro”, provocó este salto cualitativo. Lo cierto es que aquella noche la policía se llevó un gran susto. Lo cierto es que todas tenemos en nuestras retinas la imagen de un furgón de policía totalmente destrozado dando marcha atrás por Recoletos: viendo de nuevo ese vídeo en Youtube te percatas de que, por unos momentos, la calle fue “nuestra”, y que si la policía logró despejar el centro de Madrid aquella noche se debió, únicamente, a la correlación de fuerzas. La policía se replegó y luego atacó con una fuerza muy superior. No hubo ningún error táctico por parte de la gente que estaba allí, lo que ocurrió, ya lo dijo Brecht es que:

Fracasamos,
Porque fuimos pocas.

No se trata de que exista una mayor posibilidad de victoria, ni de que la fuerza aumente exponencialmente: se trata, como he dicho, de un cambio cualitativo, no meramente cuantitativo. A los medios de comunicación le preocupó más ese carácter de “grupo violento organizado” que el doble de personas, por separado, provocando más daños y rompiendo más cosas. De hecho, los días siguientes fueron una fiesta: los tertulianos “de izquierdas” defendiendo que se trataba de “cuatro energúmenos” contra los de derechas que hablaban de “terror organizado”.

Pero abandonemos los ejemplos para hablar de algo más abstracto: ¿Es posible, o mejor que posible, producente, una acción espontánea sin una teoría revolucionaria que la sustente? Que está abocada a desvanecerse está claro: ninguna revolución se ha llevado a cabo sin una teoría revolucionaria sólida que asome por detrás (de hecho, durante la segunda mitad del siglo XX, toda revolución efectiva que llevó a cabo un proceso de descolonización contra el invasor-opresor imperialista, tarde o temprano, tuvo que, por decirlo así, “leer las obras de Lenin”). Pero no nos estamos preguntando eso. La pregunta que nos hacemos es: ¿El mundo, después de una revuelta espontaneísta, queda “igual” a como estaba antes de dicha revuelta?

La situación de la conciencia efectiva, la correlación de fuerzas, ¿siguen igual? Es obvio que no es posible responder a esta pregunta de modo abstracto sin ir observando caso a caso (¡análisis concreto de la realidad concreta!), pero sí me atrevería a afirmar, con Rosa Luxemburg, que muchos de esos levantamientos fallidos por alcanzar el poder “antes de tiempo” (Luxemburg une este “antes de tiempo” con la visión reformista de “esperad un poco más para hacer la revolución”, siempre acaba siendo demasiado pronto o demasiado tarde), estas revueltas prematuras, crean las condiciones de posibilidad para la victoria final. Es tremendamente cierto que sin la reconstrucción de la teoría revolucionaria nunca alcanzaremos el poder, pero las luchas del “mientras tanto” crean las condiciones de posibilidad para esta reconstrucción. De las Marchas de la dignidad de 2014, de Ferguson, de Londres: de todas estas experiencias podemos extraer enseñanzas prácticas para construir la teoría, y hay muchas compañeras que están ahí ahora. No debemos caer en el espontaneísmo como un fin en sí mismo porque sólo nos emociona durante un par de semanas para después desaparecer como vino, pero tampoco creo que debamos rechazarlo en bloque como contraproducente e imposible de revolucionarizar.

Alguien, para explicar este tema, puso un ejemplo muy gráfico: estamos ante un muro y podemos, bien intentar demolerlo a cabezazos, bien buscar un martillo. El martillo es el marxismo-leninismo. Pero, en la situación que estamos, en un mundo intolerable, podrido, estructuralmente asesino en el que es extremadamente fácil convertirse en Eichmann, quizás haya que cambiar un poco el ejemplo:


Pongamos a una persona que se está ahogando en un mar tremendamente peligroso. Tenemos dos opciones: saltar a salvarle, o ir en búsqueda de un flotador. El marxismo-leninismo es el flotador: lo único que impedirá que nadie más se ahogue en un futuro en esas aguas. Vamos a dejar de lado el aspecto moral y problemático de si es legítimo que una persona inocente muera ahogada mientras estamos buscando el flotador, y si se puede o no reinscribir su muerte en una lógica histórica de progreso. Vamos al aspecto más técnico, menos individual y más estructural: si no hemos saltado al agua a intentar salvar a alguien, si sólo nos quedamos en la orilla o buscando flotadores, no tenemos ni idea de qué flotador necesitamos para salvar a alguien. No podemos calcular el índice de flotación, ni la cuerda necesaria para llegar a la orilla. A lo mejor nuestro flotador ni siquiera llega al agua. Lo importante, todas estaremos de acuerdo, es construir un flotador que sirva en el futuro: no podemos estar dependiendo de que existan buenas personas que, en el futuro, salten a salvar a las personas que se ahoguen. Necesitamos el flotador, necesitamos el marxismo-leninismo. Pero necesitamos haber salvado a alguien para poder construirlo.


6 comentarios:

  1. https://twitter.com/No_Se_como_peo/status/659843221145706497
    Hola, simplemente quería hacerte una pregunta deforma anónima sobre esa cadena y el uso de violencia ante una situación de ese tipo.
    Para empezar quiero decir que entiendo que llamar a eso «expresarse libremente» tiende a normalizarlo y favorece que la sociedad lo acepte, y también decir que si mi pareja, hermana o madre se encuentra en una situación de este tipo espero que tenga una botella en la mano.

    Sin embargo el uso de la violencia me plantea las siguientes dudas: ¿quién pone la línea que separa lo que se puede responder con violencia y lo que no? Si la violencia se normaliza en estos casos, ¿no podría alguien usarla ante lo que considera opresivo pero realmente no lo es?
    ¿Me romperán la cabeza algún día, o más aún, sería lícito que lo hicieran, si digo ellos en vez de elles?

    Un saludo, espero que no te importe que comente off-topic en tu blog.

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  2. Vale, son bastantes cosas, así que voy a responder ordenadamente:

    Lo primero que diría es que cuantitativamente, en abstracto, es obvio que es más violento abrir la cabeza que humillar delante de treinta personas a alguien. Pero cualitativamente, no: una de las agresiones está normalizada, reproduce la culpabilización de la víctima en una violación y, de hecho, no tiene reacción por parte del público (digo público porque resultó ser un experimento social). Esta es el slut-shaming. La otra agresión es una agresión de respuesta, y está todo lo contrario a normalizada. De hecho las reacciones de la gente hablan por sí mismas.

    ¿Cuál es la línea que separa la legitimidad en la violencia de respuesta? Pues no sé responder a esa pregunta, sinceramente. Pero me niego a condenar los "excesos" de las oprimidas al intentar partir sus cadenas. Da igual que hablemos de este botellazo o de cualquier ejemplo de violencia histórica.

    Y aquí hay algo en lo que creo que se debe reflexionar: como he dicho, el botellazo es una violencia que se opone a la lógica de la violencia estructural y por eso nos deja en shock. ¿Qué quiere decir esto? Que mañana, el pavo al que "han golpeado", podrá salir con normalidad a la calle, y podrá monopolizar el espacio público a su gusto. Incluso podrá seguir humillando a mujeres: apuesto que esta es la primera respuesta que ha tenido en su vida. Y, mientras tanto, las otras dos mujeres van a tener que estar alerta cada noche y construir con sus llaves un improvisado puño americano. ¿Qué quiero decir con esto? Que una agresión individual no transforma una estructura. Que no se le pueden pegar botellazos a las estructuras de dominación: si estas respuestas se generalizaran, al menos entraría el componente del miedo y los tíos nos lo pensaríamos dos veces antes de humillar a una mujer. Por eso condenar esta acción me parece un tremendo error. Por eso no voy a caer en la lógica de medios y fines, toda agresión contra una estructura de dominación me parece legítima.

    Y no, no creo que decir "ellos" en vez de "elles" sea motivo de agresión. Otra cosa sería si alguien insistiera en decir "ellos" cuando ha sido explicado el daño que hace, o que, directamente, se burlara y ridiculizara de esos pronombres. Actuar conforme a una estructura de dominación siempre sale "gratis". Lo jodido es actuar en contra para transformarla.

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  3. Cada texto tuyo me emociona más. Eres capaz de expresar todo lo que tengo en la cabeza pero se me hace imposible transmitir, al menos de esa manera. Solo quería darte las gracias y decirte lo muy afortunada que me siento de haber dado contigo, a pesar de no conocerte en persona.

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    1. Mil gracias por tus palabras, de corazón :) eres muy generosa y no sabes cuánto me alegro de hacer sentir eso justo a la gente. Me has emocionado mucho, joder. Un abrazo fuerte, seguimos en la barricada!

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  4. Pasada de entrada. Lo que escribes -que no es más que un reflejo de lo que piensas y sientes- además de lo estético y bien construido que está,me transmite realidad y gravedad. Pero también optimismo. Se necesita llevar esta conciencia a todas y ponerla en práctica.

    Un abrazo

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    1. Jo, muchas gracias por tu comentario, de verdad. Eres muy amable y comentarios así motivan un montón! Encima tu trabajo es inmenso, gracias por todo, de verdad :) Un abrazo fuerte!!

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