755. China. Kwan-Wūgòu dice que mamá nos da a luz muertos, y
que el tiempo que pasamos en este mundo son sólo los estertores de un cadáver. Kwan-Wūgòu
dice que nadie vive, que nadie ha nacido y que somos partes de un sistema de
producción de muerte. Kwan-Wūgòu dice que nada es eterno y que todo lo que
existe merece perecer, que abandonemos toda esperanza porque los soldados que
son educados de esta forma no temerán la derrota. Kwan-Wūgòu dice que nadie puede
derrotar del todo a un ejército de muertos que se arrastran por el mundo,
porque el ejército que está enfrente sólo podrá disparar y derribar a soldados
que ya estaban muertos. Kwan-Wūgòu ha eliminado el cielo, para dejarnos sin
nada trascendente por lo que vivir. Kwan-Wūgòu ha eliminado la vida eterna
para dejarnos sin nada trascendente por lo que morir. Kwan-Wūgòu dice que nadie
podrá nacer hasta que logremos acabar con el enemigo, y Kwan-Wūgòu dice que el
enemigo no ha dejado de vencer. Kwan-Wūgòu dice que ni siquiera los muertos
están a salvo, y que hasta que la opresión no sea abolida nadie podrá nacer. Kwan-Wūgòu
dice que sólo los ojos de un muerto pueden ver la realidad y que más valdría
que empezáramos a mirar al barro en vez de a las estrellas.
A veces, Kwan-Wūgòu pide indulgencia para los que nacerán
cuando la opresión, y los opresores, sean borrados de la tierra. En silencio,
mirando la arena, pide que recuerden a los muertos, a quienes no pudimos nacer,
a quienes luchamos. Que recuerden sus caras, que recuerden sus nombres, que
recuerden sus derrotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario