martes, 8 de noviembre de 2016

Fragmento VIII.

755. China. Kwan-Wūgòu dice que mamá nos da a luz muertos, y que el tiempo que pasamos en este mundo son sólo los estertores de un cadáver. Kwan-Wūgòu dice que nadie vive, que nadie ha nacido y que somos partes de un sistema de producción de muerte. Kwan-Wūgòu dice que nada es eterno y que todo lo que existe merece perecer, que abandonemos toda esperanza porque los soldados que son educados de esta forma no temerán la derrota. Kwan-Wūgòu dice que nadie puede derrotar del todo a un ejército de muertos que se arrastran por el mundo, porque el ejército que está enfrente sólo podrá disparar y derribar a soldados que ya estaban muertos. Kwan-Wūgòu ha eliminado el cielo, para dejarnos sin nada trascendente por lo que vivir. Kwan-Wūgòu ha eliminado la vida eterna para dejarnos sin nada trascendente por lo que morir. Kwan-Wūgòu dice que nadie podrá nacer hasta que logremos acabar con el enemigo, y Kwan-Wūgòu dice que el enemigo no ha dejado de vencer. Kwan-Wūgòu dice que ni siquiera los muertos están a salvo, y que hasta que la opresión no sea abolida nadie podrá nacer. Kwan-Wūgòu dice que sólo los ojos de un muerto pueden ver la realidad y que más valdría que empezáramos a mirar al barro en vez de a las estrellas.


A veces, Kwan-Wūgòu pide indulgencia para los que nacerán cuando la opresión, y los opresores, sean borrados de la tierra. En silencio, mirando la arena, pide que recuerden a los muertos, a quienes no pudimos nacer, a quienes luchamos. Que recuerden sus caras, que recuerden sus nombres, que recuerden sus derrotas.

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